- ¿Qué es y para qué sirve la educación emocional? ¿Para qué crees necesario educarse emocionalmente como padres/docentes?
La educación emocional es una parte de la educación integral de la persona. Es una parte de algo que no se puede dividir, por tanto es educación del ser humano.
La emoción siempre va antes que la razón, no puede existir ningún tipo de educación si no hay emoción.
- Dices que “la imaginación y la emoción siempre gana a la razón”… ¿Podrías explicarlo con más en detalle?
Los estímulos llegan a nuestros sentidos y la información llega a nuestro cerebro, primero provoca “química emocional”, y esta llega después a “la razón”, por esto la emoción será siempre la puerta de entrada hacia la razón. Ir primero significa condicionar lo segundo.
Hay personas que muestran conductas más racionales que emocionales y personas que muestras más emocionales que racionales, pero en ambos casos la emoción fue primero y condicionó la razón.
En relación a la imaginación podríamos decir de forma metafórica que son los estímulos internos, y estos provocan emociones que de nuevo “ganan” a la razón.
Imaginemos que acabamos de ver una película de miedo, nos vamos a la cama con miedo (imaginado, era una película), y seguimos imaginando…. Debajo de la cama hay alguien…qué hacemos?… Nos tapamos la cabeza… ¿Dónde está la razón?… si de verdad hubiese alguien debajo de la cama, taparnos la cabeza sería la acción contraria a la razón… ¡no lo ves!…
- Dices también que las emociones son adaptativas, ¿podrías explicarnos un poco mejor esta idea? ¿para qué sirve, por ejemplo, la tristeza?
Las emociones nos ayudan a estar vivos, gracias al asco no comemos carne cruda en mal estado, gracias al miedo no corremos grandes riesgos, gracias a la curiosidad nos preguntamos y evolucionamos, gracias al enfado superamos obstáculos, gracias a la admiración cuidamos por amor, gracias a la seguridad nos arriesgamos y aprendemos del error, gracias a la alegría queremos volver a repetir experiencias de éxito… ¿y la tristeza?, la tristeza es la que nos permite “resetear nuestro cerebro” para empezar de cero.
En cualquier caso estamos hablando de emociones básicas, emociones como respuestas adaptativas, como respuestas químicas de nuestro cerebro. No se trata de sentimientos, de anclajes dolorosos y erróneos; en este caso si podemos hablar de negatividad.
La salud emocional es aquel estado de equilibrio que te permite elegir la emoción oportuna a la circunstancia. Dice Aristóteles: “Cualquiera puede enfadarse, eso es muy fácil. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y de la forma correcta, eso ciertamente, no resulta tan fácil.”
- Hemos visto una cita tuya que dice “yo no quiero que mis hijas sean felices, quiero que vivan todas las emociones”. Nos parece una idea poderosísima!! Podrías explicarnos qué hay de “bueno” en vivir todas las emociones y no simplemente limitarnos a la felicidad?
La felicidad es el sentimiento que se produce desde la alegría. Si yo quisiera que mis hijas siempre estuviesen felices, quería que no les afectara la pérdida de un ser querido, recibir un suspenso en un examen, que se rompa su objeto preferido… quizá estaría pidiendo que mis hijas fuesen psicópatas. No quiero eso, ellas son lo más importante en mi vida. Quiero que se permitan vivir una vida plena disfrutando de la complejidad emocional en su totalidad.
En nuestra sociedad se nos controla con la alegría (felicidad), y esto se vende con “tener más”.
Hay una bonita leyenda que lo explica:
El círculo del noventa y nueve: En un país no muy lejano había un rey muy triste, el cual tenía un sirviente que se mostraba siempre pleno y feliz. Todas las mañanas, cuando le llevaba el desayuno, el sirviente lo despertaba tarareando alegres canciones de juglares. Siempre había una sonrisa en su cara, y su actitud hacia la vida era serena y alegre. Un día el rey lo mandó llamar y le preguntó:
-Paje, ¿cuál es el secreto? -¿Qué secreto, Majestad? -¿Cuál es el secreto de tu alegría? -No hay ningún secreto, Alteza. -No me mientas. He mandado cortar cabezas por ofensas menores que una mentira. -Majestad, no tengo razones para estar triste. Su Alteza me honra permitiéndome atenderlo. Tengo a mi esposa y a mis hijos viviendo en la casa que la corte nos ha asignado, estamos vestidos y alimentados, y además Su Alteza me premia de vez en cuando con algunas monedas que nos permiten darnos pequeños gustos. ¿Cómo no estar feliz? -Sino no me dices ya mismo el secreto, te haré decapitar -dijo el rey- Nadie puede ser feliz por esas razones que has dado. El sirviente sonrió, hizo una reverencia y salió de la habitación.
El rey estaba furioso, no conseguía explicarse cómo el paje vivía feliz así, vistiendo ropa usada y alimentándose de las sobras de los cortesanos. Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le preguntó: -¿Por qué él es feliz? -Majestad, lo que sucede es que él está por fuera del círculo. -¿Fuera del círculo? ¿Y eso es lo que lo hace feliz? -No, Majestad, eso es lo que no lo hace infeliz. -A ver si entiendo: ¿estar en el círculo lo hace infeliz? ¿Y cómo salió de él? -Es que nunca entró. -¿Qué círculo es ese? -El círculo del noventa y nueve. -Verdaderamente no entiendo nada. -La única manera para que entendiera sería mostrárselo con hechos. ¿Cómo? Haciendo entrar al paje en el círculo. Pero, Alteza, nadie puede obligar a nadie a entrar en el círculo. Aunque si le damos la oportunidad, posiblemente entrará por si mismo. -¿Pero no se dará cuenta de que eso es su infelicidad? -Si se dará cuenta, pero no lo podrá evitar. -¿Dices que él se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en ese ridículo círculo, y de todos modos lo hará? -Tal cual, Majestad. Si usted está dispuesto a perder un excelente sirviente para entender la estructura del círculo, lo haremos. Esta noche pasaré a buscarlo. Debe tener preparada una bolsa de cuero con noventa y nueve monedas de oro.
Así fue. El sabio fue a buscar al rey y juntos se escurrieron hasta los patios del palacio y se ocultaron junto a la casa del paje. El sabio guardó en la bolsa un papel que decía: “Este tesoro es tuyo. Es el premio por ser un buen hombre. Disfrútalo y no le cuentes a nadie cómo lo encontraste”. Cuando el paje salió por la mañana, el sabio y el rey lo estaban espiando. El sirviente leyó la nota, agitó la bolsa y al escuchar el sonido metálico se estremeció. La apretó contra el pecho, miró hacia todos lados y cerró la puerta.
El rey y el sabio se acercaron a la ventana para ver la escena. El sirviente había tirado todo lo que había sobre la mesa, dejando sólo una vela, y había vaciado el contenido de la bolsa. Sus ojos no podían creer lo que veían: ¡una montaña de monedas de oro! El paje las tocaba, las amontonaba y las alumbraba con la vela. Las juntaba y desparramaba, jugaba con ellas… Así, empezó a hacer pilas de diez monedas. Una pila de diez, dos pilas de diez, tres, cuatro, cinco pilas de diez… hasta que formó la última pila: ¡nueve monedas! Su mirada recorrió la mesa primero, luego el suelo y finalmente la bolsa. “No puede ser”, pensó. Puso la última pila al lado de las otras y confirmó que era mas baja. “Me robaron -gritó-, me robaron, ¡malditos! “Una vez más buscó en la mesa, en el piso, en la bolsa, en sus ropas. Corrió los muebles, pero no encontró nada. Sobre la mesa como burlándose de él, una montañita resplandeciente le recordaba que había noventa y nueve monedas de oro. “Es mucho dinero -pensó- pero me falta una moneda. Noventa y nueve no es un número completo. Cien es un número completo, pero noventa y nueve.
El rey y su asesor miraban por la ventana. La cara del paje ya no era la misma, tenía el ceño fruncido y los rasgos tensos, los ojos se veían pequeños y la boca mostraba un horrible rictus. El sirviente guardó las monedas y, mirando para todos lados con el fin de cerciorarse de que nadie lo viera, escondió la bolsa entre la leña. Tomó papel y pluma y se sentó a hacer cálculos. ¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar para comprar su moneda número cien? Hablaba solo en voz alta. Estaba dispuesto a trabajar duro hasta conseguirla; después, quizás no necesitaría trabajar más. Con cien monedas de oro un hombre puede dejar de trabajar. Con cien monedas de oro un hombre es rico. Con cien monedas de oro se puede vivir tranquilo. Si trabajaba y ahorraba, en once o doce años juntaría lo necesario. Hizo cuentas: sumando su salario y el de su esposa, reuniría el dinero en siete años. ¡Era demasiado tiempo! Pero, ¿para qué tanta ropa de invierno?, ¿para qué más de un par de zapatos? En cuatro años de sacrificios llegaría a su moneda cien. El rey y el sabio Volvieron al palacio.
El paje había entrado en el círculo del noventa y nueve. Durante los meses siguientes, continuó con sus planes de ahorro. Una mañana entró a la alcoba real golpeando las puertas y refunfuñando. -¿Qué te pasa? -le preguntó el rey de buen modo. -Nada -contestó el otro. -No hace mucho, reías y cantabas todo el tiempo. -Hago mi trabajo, ¿no? ¿Qué querría Su Alteza, que fuera también su bufón y juglar?
No pasó mucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente. No era agradable tener un paje que estuviera siempre de mal humor.[/dropshadowbox]
- ¿Qué necesita la infancia del siglo XXI de nosotros (como padres, docentes y como sociedad…)? Y a su vez, ¿qué necesitan los padres y docentes de hoy en día?
Niños y niñas necesitan que los escuchemos, necesitan que los admiremos, necesitan que les acompañemos, necesitan simplemente que respetemos la Convención Internacional de los Derechos de los Niños (somos país firmante), en estos se incluye también el derecho al juego, a la autonomía y a la participación. Necesitan que les ayudemos a crecer y a descubrir su “elemento”, sin empujar y sin forzar.
Los adultos responsables de la educación de la infancia necesitan mucho sentido común y sobre todo tiempo; tiempo para estar y tiempo para ser referentes reales de quienes los aprenden.
- ¿Cómo podemos ver y aprovechar la “diferencia” como un recurso y oportunidad de aprendizaje en la escuela?
El futuro es diferencia y cambio. Para esto nos tenemos que preparar y para esto los tenemos que preparar, por eso utilizar la diferencia es respetar. Educar es un acto de amor. Amar es comprender la singularidad del ser. Amar es cuidar, pero para permitir la realización del ser respetando la diferencia.
El amor es confianza: yo creo en ti, creer en ti no es creer en lo que quiero que seas tu.
Pueden porque creen que pueden… crear y creer.
Cada ser humano tiene una combinación única de inteligencia. Éste es el desafío educativo fundamental. Podemos ignorar estas diferencias y suponer que todas nuestras mentes son iguales. O podemos tomar las diferencias entre ellas.
(H. Gardner)
- ¿Qué significa para ti educar con las tres C?
Un buen día, desde la fuerza que da el enfado (obstáculos para conseguir la escuela que sueño) salieron las tres palabras: capacidades, competencias y corazón. Lo que mis hijas necesitan; lo que yo necesito.
Estos tres elementos hacen referencia a los tres participantes fundamentales en el “juego de educar”: alumnado, profesorado y familia.
Hablar de capacidades es hablar de potencialidad (porque PUEDES), hablar de competencias es apostar por la acción (porque HACES), y en último lugar pero no por ello menos importante, hablar de corazón es hablar de una educación afectiva y del afecto (porque QUIERES).
- ¿Cómo podemos enseñar a los niños a preguntar y a preguntarse?
Dándoles la confianza necesaria para equivocarse.
Educar no es preparar para acertar ni para responder. Educar es abrir los ojos al mundo, a la elección a la pregunta. Es dar la posibilidad de desarrollar el pensamiento crítico que les ayude a interpretar la cantidad de información que llega a sus manos.
9. Por último, sueles decir en tus conferencias que los niños no aprenden de lo que les decimos, sino que “NOS APRENDEN”. En AEIOU siempre decimos que educamos desde el SER, desde quienes somos. ¿Qué significa para ti esta idea de “nos aprenden”?
No hay demasiado que explicar, la idea dice lo que quiere decir, “no aprenden lo que les enseñamos, nos aprenden a nosotros”.
Si a un niño le decimos que no grite gritando ese niño gritará.
“Cada vez que, al crecer, tengas ganas de convertir las cosas equivocadas en cosas justas, recuerda que la primera revolución que hay que realizar está dentro de uno mismo, la primera y la más importante, luchar por una idea sin tener una idea de uno mismo es una de las cosas más peligrosas que se pueden hacer”.
(Susanna Tamaro “Donde el corazón te lleve”).
Mar Romera